En la Unidad de Sobrepeso y Obesidad del Hospital Monteprincipe hemos constatado que existen factores relacionados con el problema del peso que incrementan el riesgo de inestabilidad emocional en la etapa adulta.

– Etapa de inicio del problema: Tener sobrepeso en la infancia, crecer en el mundo de la dieta, sentirse limitado en los movimientos desde temprana edad, no poder participar en los juegos y/o convertirse en el centro de las burlas de otros niños, pesa mucho a lo largo del desarrollo.

– Ambiente obesogénico: Otro importante factor es el ambiente en el que se haya criado el sujeto. Crecer en un ambiente obesogénico, permisivo con la comida, en el que todo se celebre como si no hubiera un mañana, en el que lo normal sean cantidades desmesuradas, repetir, rebañar los platos, acabar con las sobras, o picar a cualquier hora del día, puede ser nefasto. Crecer en una familia de grandes comedores, de comedores de dulce, o de comedores de comida basura, es en sí mismo un riesgo.

– Ambiente restrictivo: También lo es crecer en un ambiente restrictivo, con madres obsesionadas por la alimentación, por lo físico: la imagen perfecta asociada a una talla 38. Esta preocupación llevada al extremo puede generar en muchos casos el efecto contrario al perseguido. El debate madre-hija en relación con la comida, al igual que en muchos otros aspectos de la vida, es un conflicto del que todo el mundo sale mal parado.

– Restar importancia al problema: frecuentemente los pacientes no entienden el alcance del problema. Hace unos días en una de las sesiones de psicoeducación que llevamos a cabo cada mes en la Unidad una de nuestras pacientes nos conmovió profundamente. Ella decía que cuando escuchó que su IMC indicaba obesidad mórbida, el mundo se tambaleó debajo de sus pies. Ponerle nombre al problema lo hizo más doloroso.

Los pacientes, por regla general, son conscientes de lo que les ocurre, pero banalizan, no le dan la importancia suficiente, rechazan de forma inconsciente los mensajes no congruentes con el deseo de comer. Posponen la decisión de iniciar una dieta y aunque la realicen no cambian de forma contundente los hábitos de la vida, que sigue siendo sedentaria, con lo que el efecto rebote está garantizado. Si el ambiente es no restrictivo, el éxito del fracaso está asegurado. Siempre habrá alguien en su familia que le invite a abandonar, que le facilite el desliz, que mire para otro lado cuando no haga ejercicio, que empatice con sus debilidades y que le permita seguir procrastinando: «mañana sin falta retomamos la dieta». Y así, luchando con las decisiones inadecuadas, coqueteando con unos kilos arriba o abajo, van acumulando grasa sin saber lo que se les viene encima, o sabiéndolo, pero no encontrando las estrategias para frenar.

En nuestros estudios encontramos un número significativo de pacientes con sobrepeso desde la infancia, criados en ambientes extremos (restrictivo-permisivo) y que han realizado todo tipo de dietas, que llegan a la etapa adulta con problemas psicológicos de diferente índole:

– Suelen tener afectada la autoestima física y los niveles de insatisfacción corporal pueden llegar a ser muy elevados.
– Suelen creer que no tienen voluntad. Los pacientes tras tantos intentos fallidos para controlar el peso se siente ineficaces, tiran la toalla, se desesperan.
– A veces, entran en estados disfóricos, pseudoidepresivos y/o cuadros ansiosos que les llevan a realizar una comida emocional, convirtiendo así la ingesta en un alivio para sus penas.
– En ocasiones van asociando patrones de conducta propios de trastornos de la conducta alimentaria: se esconden para comer, guardan comida, o compran comida sin que nadie les vea. Sin darse cuenta planifican sus atracones, comiendo de forma desmesurada antes de que lleguen sus familiares: que no les vean. Y este matiz de clandestinidad, les lleva a considerarse «fuera de la ley». Es el comer por comer, es la adicción por la comida.

Observando todas estas realidades es importante que tomemos conciencia del problema que supone en lo físico y en lo mental el sobrepeso y la obesidad. Y, en consecuencia, es necesario realizar campañas de prevención para la dieta, el ejercicio y la emoción.

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