Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de la Universidad de Oviedo. Imagen de eldiario.es

Hace unos días leí un artículo en eldiario.es que quiero compartir. Se titula «Los que respaldan el Déficit de Atención tienen intereses con las farmacéuticas». Es una entrevista al psicólogo clínico Marino Pérez sobre su libro Volviendo a la normalidad. En él niega que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad sea una enfermedad que precise tratamiento farmacológico

Desde mi punto de vista el problema debe ser tratado con terapia de conducta para los niños y para los padres de los niños.

En la consulta veo frecuentemente padres y madres que, por diferentes motivos, por sus propias ansiedades y preocupaciones, por sus propios perfiles de personalidad, porque se sienten presionados por el sistema educativo, o por cualquier otro motivo, deciden, aconsejados por pediatras, neurólogos, psiquiatras o profesores, que la solución es medicar a su hijo. Acuden con su receta a la farmacia y…»magia».

Los niños medicados no aprenden a planificar, no cambian sus estrategias, no aprenden a tolerar la frustración, no se vuelven más flexibles a nivel cognitivo. En definitiva, no mejoran su función ejecutiva, no aprenden a inhibir, a supervisar, a anticipar, a compensar su posible inatención con otros recursos. Solamente aprenden a ingerir cada día una pastilla que les ayuda a aprobar.

Los padres que solamente medican no aprenden a tolerar las conductas de sus hijos, no aprenden de sus hijos, no reflexionan, no modifican, no controlan sus agobios, su estrés, sus anticipaciones, sus creencias.

A estas alturas de la película y después de tantos años metida en estos menesteres considero que hacer un buen diagnóstico diferencial y emitir, en base a una correcta evaluación neuropsicológica, un criterio, debe ir seguido de una intervención que abarque al niño, a los padres del niño y… ¿por qué no? también a algunos de los docentes implicados