El juego es la base del aprendizaje. No hay nada más saludable para el ser humano que poder jugar. Es una vía de comunicación, experimentación de roles, afianzamiento de posturas, manejo de la frustración.
Los niños aprenden a esconderse, a eludir, a afrontar, a inhibir, a anticipar….. Todo a través del juego.
Cuando los neuropsicólogos hablamos de Función Ejecutiva, como proceso cognitivo superior que nos lleva a poder manejar la vida correctamente, adaptándonos y tomando medidas inteligentes para sobrellevar el día a día, planificando y organizando nuestras acciones con un objetivo determinado y ejecutando de forma beneficiosa, flexible, sin persistencias erróneas, estamos hablando de un proceso que nos lleva a crecer emocionalmente. Esto, en gran medida, se consigue a través del juego.
Dentro del juego hay varias etapas:
El Juego de ejercicio o juego sensorio-motriz, mediante el cual el niño descubre su cuerpo, los objetos que le rodean, las texturas, los sonidos del exterior, las voces, las expresiones de los otros rostros humanos….
Y así, hasta los dos años aproximadamente, a través de miles de conexiones que se producen, fundamentalmente en la zona medio posterior de su cortex cerebral, el niño aprende a desenvolverse en su entorno más próximo. Su cerebro plástico se está preparando para otras etapas.
El Juego simbólico es el siguiente paso en esta evolución. Para ello el niño necesita la comunicación verbal y no verbal. Saber expresar sus emociones de forma rudimentaria y entender las de los demás. Es el juego de la etapa infantil, de los patios de los jardines de infancia.
Los niños imitan modelos, los representan, eligen qué quieren emular, atribuyen papeles a los objetos cercanos, se disfrazan, castigan a sus muñecos, hacen un combate entre dos lápices, comen con el «palo-cuchara» o viajan en la «caja-coche».
Conviene que no olvidemos despertar en ellos todos estos mundos. Para cuando superan esta etapa ya saben hablar, han aprendido que el lenguaje no es literal, que a veces decimos una cosa y hacemos otra. Han comenzado a socializar.
El Juego de Reglas es la incorporación total en su contexto socio-cultural.
Comienza la etapa primaria. Los seis años les abren las puertas de un complejo entorno en el que deberán hacer lo que se les dice, aprender a adaptarse a las normas.
El juego de reglas es normativo, se produce en compañía de otros, se aprende a respetar, a tolerar, a saber perder y ganar, a defender los propios derechos sin contravenir los de los otros. Es el paso a la etapa adulta en donde saber escuchar a los demás, ser asertivo, y ser empático es importante.
Gracias a un gran paso en el neurodesarrollo, a otras miles de conexiones, fundamentalmente producidas en las zonas medio-anteriores del cortex cerebral, el niño está preparado para lo que vendrá. Se produce el avance del Proceso Ejecutivo. El niño ya es capaz de atender lo que es relevante, es capaz de anticipar el efecto de sus
acciones, de negociar, convencer, de supervisar y reconocer los fallos afrontándolos y modificándolos.
La maduración de su Lóbulo Frontal le capacita para poder incorporar lo que se conoce como Habilidades Intrapersonales e interpersonales, necesarias porque después llega el Juego de la Vida. El juego en el que nuestro «yo-padre crítico», «yo-niño indómito» pugnan por gobernar. Dependiendo de lo que haya ocurrido anteriormente, de la vivencias y experiencias acumuladas en las primeras etapas de la vida, va a imperar una u otra
tendencia.
El juego de la vida, cargado de aciertos y errores, es el juego del «yo-adulto maduro». No paramos de aprender a autorregular (o quizá no). Cuando no lo conseguimos es porque no tenemos una voz verdaderamente sana en nuestro interior. La «Voz Sana» no es la del padre que castiga, critica y machaca, ni la del niño que reclama, exige y domina. La Voz Sana es la que nos ayuda a encontrar el camino hacia la felicidad, la Voz del Padre que
consuela y que protege y la Voz del niño que ríe y que se divierte.
Solo desde estas partes de nuestro YO podemos encontrar el camino hacia la felicidad.