Desde hace alrededor de 30 años se ha popularizado el uso de los tratamientos médicos para solucionar los problemas de estrés, ansiedad y/o depresión. Es frecuente encontrar en las casas cajones o armaritos llenos de medicamentos con nombres ya bien conocidos entre la población adulta. La fluoxetina y el lorazepam, medicamentos de referencia para calmar las dolencias de la mente, son recetadas frecuentemente.
El otro día escuchaba en una conferencia al Ministro de Sanidad quien, entre otros muchos alentadores datos, manifestaba que el gasto farmacéutico se ha reducido en España en 4.800.000 de euros.
¡Que barbaridad! ¿Qué es lo que se estaba haciendo? El despilfarro es uno de nuestros mayores problemas. ¡Que pena que para eso no tengamos ninguna solución rápida en forma de píldora de algún color estridente.
Mi propuesta es mucho más sencilla. No podemos solucionar los dolores de la vida, ni la forma de analizar los acontecimientos cotidianos de forma rápida. Es necesario que modifiquemos nuestro patrón actual de conducta. Organizar nuestro tiempo de tal manera que, cada día, encontremos un momento para el ejercicio y la reflexión. O para el ejercicio y la socialización. Salir a caminar, practicar yoga, ir a un centro de deporte, bailar… Cualquiera de estas opciones es saludable. Genera endorfinas, analgésicos naturales que nos ayudan a sobrellevar los acontecimientos de la vida, la sobrecarga de trabajo, los conflictos familiares, las desavenencias conyugales, las tristezas personales.
Ejercicio no es sinónimo de actividad física. Muchas personas consideran ser muy activas porque se mueven mucho a lo largo del día, y es verdad, seguro que son muy activas. Pero la propuesta es diferente. Merece la pena que para paliar los efectos de nuestra frenética actividad nos propongamos cancelar un hora de nuestro tiempo de vigilia para fomentar en nosotros hábitos sanos.
Mi propuesta es que ejercicio se convierta en sinónimo de constancia, tesón, empeño. Algo que hago porque «esta es mi píldora, mi tratamiento».