Para los niños que padecen este trastorno del neurodesarrollo el deporte es una necesidad. Su trastorno, que interfiere en mayor o menor medida en su funcionamiento diario, puede ser sustancialmente mejorado a través del deporte individual o de equipo, según las características del sujeto en cuestión.
Dentro del trastorno deberemos diferenciar qué prima en cada uno de los niños o jóvenes. De esta manera no será lo mismo el que padezca un Déficit de Atención muy puro, que el que padezca un tipo de trastorno combinado en el que, además de las dificultades para atender, el sujeto tenga dificultades para controlar sus movimientos y/o su conducta.
En el primer caso, encontramos niños despistados, olvidadizos en sus quehaceres cotidianos, desorganizados, que tardan en procesar la información, generalmente lentos en sus acciones, no prestan la debida atención a los detalles y cometen errores en sus tareas escolares, sostener la atención es para ellos muy difícil y tienen que estar muy motivados hacia una actividad concreta para poder mantenerla, a veces parecen no escuchar porque están en su mundo, se distraen tanto con sus pensamientos, como con estímulos externos, y algunos suelen estar abstraídos y ensimismados. Estos niños normalmente pasan parte del día sentados en sus asientos del colegio sin enterarse de nada. Suelen ser queridos por sus iguales y por los adultos que les rodean. Los padres pueden llevarlos a cualquier sitio, no viendo perturbadas sus relaciones sociales; los profesores suelen apreciarles porque no son disruptivos y, generalmente, encuentran amigos y socializan correctamente.
Los niños inatentos, cuando tienen una competencia intelectual media o superior a la media y no tienen problemas del aprendizaje, van superando las etapas escolares con cierta dificultad, pero sin llegar al fracaso escolar.
Evidentemente dentro de este grupo de niños podríamos realizar otros subgrupos: los que no socializan bien porque son muy retraídos, los que tienen alguna dificultad en otros procesos cognitivos, etc. Y, también decir, que dentro del mismo complejo trastorno, existen grados de disfuncionalidad.
Cuando además de inatentos estos niños y jóvenes son movidos, esta característica, dependiendo del grado, interfiere sustancialmente sobre su vida y la de otras personas que le rodean.
Los niños hiperactivos generan un estado de alerta en los padres. No paran de moverse sin rumbo, es decir, sin un objetivo determinado, se remueven frecuentemente en la silla, se levantan sin permiso; manipulan objetos con las manos, toquetean, corretean y/o trepan en situaciones inadecuadas y parecen poseer un motor interno que les lleva a la acción no planificada o justificada.
Pero mientras que esta conducta se mantiene en el terreno de lo corporal, podemos decir que es llevadera y, aunque en los padres y en los profesores produce un impacto determinado, es una conducta «disculpable».
Muchas veces existe sintonía comportamental entre los adultos que rodean a estos niños y los recuerdos que tienen de sí mismos. Muy a menudo en la consulta escucho padres que comentan: «Yo era igual de pequeño y mira ahora….»
Pero ¿qué ocurre cuando además de todo lo anterior, estamos ante niños que no controlan bien su conducta?
La impulsividad motriz, verbal y comportamental produce un efecto doloroso en todos aquellos que rodean al sujeto: padres, hermanos, profesores y compañeros.
Los niños con impulsividad motriz, verbal y comportamental son rechazados porque hablan más de la cuenta, a veces son imprudentes, dicen las cosas sin pensar y ofenden a otros, irrumpen en los juegos, quitan cosas de las manos a otros niños (hermanos y compañeros), llegando incluso a quedarse con cosas que les gustan. Muchas veces aprenden un lenguaje soez, no habiéndolo oído en su casa, a veces son ruidosos cuando juegan. En el colegio frecuentemente molestan porque hacen ruiditos, con su silla mueven al compañero de delante o detrás, se cuelan en las filas, no respetan la norma y su conducta, conforme van creciendo, interfiere cada vez más en su vida. Los hermanos se quejan, los compañeros les rechazan, los profesores se sienten frustrados con ellos, y los padres generan elevados niveles de estrés que, a su vez, eleva el estrés del propio niño-adolescente que padece el trastorno.
Y ¿qué respuesta está dando la sociedad a estos niños?
Generalmente, se les está tratando con medicación. Es bien sabido que la medicación no cura y no enseña. En el mejor de los casos calma y potencia la concentración durante las horas más intensas de la jornada escolar. Pero pasados unos años, esos niños que no aprendieron a modificar su conducta, desprotegidos de la famosa medicación se ven abocados, en numerosas ocasiones, a fracasos escolares o situaciones de riesgo durante la adolescencia.
Es por este motivo que mi propuesta desde aquí va en una dirección diametralmente opuesta.
El TDA-H es un trastorno del neurodesarrollo y como tal impide que el sujeto aprenda lo que se espera y en el momento que se espera.
Según DSM-V los Trastornos del neurodesarrollo son » afecciones con inicio en el periodo del desarrollo que se caracterizan por un déficit en el desarrollo que produce deficiencias del funcionamiento personal, social, académico u ocupacional».
¿Qué podemos hacer para sacar adelante a estas personas?
-> El ejercicio es una de las respuestas.
Los niños con TDA-H deberían incluir durante su etapa educativa el ejercicio, el deporte y los juegos al aire libre como parte esencial de su educación. Cuando los niños practican deportes de equipo aprenden a solucionar problemas, aprenden habilidades sociales, normas, reglas. Su función ejecutiva mejora sustancialmente porque consiguen planificar sus acciones en un contexto lúdico, y resolver conflictos interpersonales. Pero sobre todo, a nivel intrapersonal, aprenden a gestionar sus emociones, a canalizar su ansiedad, su nerviosismo.
No hay mejor medicina para niños que nacen con estas disfunciones, que el deporte, y desde aquí me gustaría poder hacer una llamada de atención a todos aquellos padres y profesionales que conviven con ellos para que recapaciten sobre las píldoras que les están administrando.
Después de tantos años de tratar con niños y adolescentes con TDA-H entiendo que tenemos una asignatura pendiente: implementar en sus vidas, no como una aficción, sino como una necesidad, el deporte individual o grupal.