Una de las últimas evaluaciones que he realizado es la de un niño de siete años, inteligente, comunicativo, expresivo y bien educado.
Los dibujos que realiza son vitales, alegres, llenos de color y de detalles que indican una infancia feliz. Sin embargo, este niño padece un déficit de atención y un trastorno de aprendizaje.
Decimos que un niño padece este trastorno cuando tiene problemas en las áreas instrumentales y sus dificultades escolares van creciendo con él porque tarda en leer, en aprender a expresarse por escrito (que no verbalmente) o a hacer cálculos matemáticos rápidos y eficaces.
Y decimos que padece un trastorno de atención, cuando no puede sostenerla o cuando no selecciona lo más importante de la información que procesa.
Por supuesto, este niño tan inteligente, si es ayudado, saldrá adelante. La ayuda siempre pasa por la rehabilitación o habilitación de los procesos cognitivos que son la base del proceso lecto-escritor y matemático. Lo único que necesita, por tanto, es un poco más de tiempo que los demás. Su vitalidad le lleva a aprender más deprisa si puede jugar más tiempo, pintar más tiempo, cuidar plantas, animales, manipular, y experimentar a través de todos los sentidos.
El juego, ese plan divertido que nos hace reír, correr, saltar.
El juego, ese lugar en el que aprendemos a negociar, a conversar, a liderar o a ser liderados, a respetar y tolerar.
El juego ese espacio en el experimentados desde muy pequeños qué significa la palabra frustración, es la mejor escuela de nuestros niños.
Pero para estos, de pensamiento divergente, creativos, con un procesamiento de la información diferente, inquietos y movidos, el juego se convierte en su tratamiento mejor.
Por eso hoy quiero compartir con vosotros un artículo que una madre interesada en estos temas me ha mandado. Es sobre el EL JUEGO, titulado: El futuro educativo: niños más creativos, menos aburridos y estresados – http://goo.gl/YZ2FM8
Leedlo. Espero que os guste.