Frecuentemente escuchamos, o decimos, que determinada persona tiene la autoestima baja. Lo decimos, a veces, como si estuviéramos hablando de la tensión, del hierro, de los glóbulos rojos. En ese caso diríamos: «Está bajo de hierro hay que darle….» Y nos pondríamos inmediatamente manos a la obra para mejorar el estado de la persona.
Sin embargo, cuando decimos: «Fulanito tiene la autoestima baja…», lo hacemos en otro tono. No nos parece tan grave, no hay que tomar medidas inmediatas.
Y el tiempo va pasando, porque en asuntos de salud mental, es frecuente la creencia de que el tiempo que todo lo cura. Pero no es así. La Baja autoestima, que no es trastorno, que no es patología, que no es enfermedad, es uno de los males más frecuentes que encontramos cada día en terapia. Y, es verdad, puede que no sea enfermedad, pero sin embargo es un catarro muy rebelde que puede durar toda la vida interfiriendo gravemente en la existencia de aquellos que lo padecen.
Rossemberg, uno de los más prestigiosos psicólogos relacionados con el tema de la Autoestima la define como:
“Apreciación positiva o negativa hacia sí mismo que se apoya en una base afectiva y cognitiva, puesto que el individuo siente de una forma determinada a partir de lo que piensa de sí mismo”.
Por lo tanto, en base a determinadas experiencias (base afectiva) se va a crear un determinado lenguaje interno (base cognitiva) que será un reflejo bastante fiable de cómo está nuestra autoestima. En definitiva, es preciso destacar cuando hablamos sobre este tema lo siguiente: ¿QÚE NOS DECIMOS? ¿QUÉ PENSAMOS DE NOSOTROS MISMOS?
- Cuando una persona tiene la creencia de que los demás son mejores en sus logros…..
- Cuando no se siente satisfecha con lo que hace, siempre está dando o dándose explicaciones de por qué ha actuado de esta o de otra manera….
- Cuando una persona considera que lo conseguido se debe al azar, no a su esfuerzo y dedicación…..
- Cuando sufre y vive una esquizofrenia entre lo que es y lo que parece…..
- Cuando se compara con otros y siempre sale mal parada…
Entonces estamos ante una persona con Baja Autoestima. Es frecuente encontrar en consulta a sujetos desfondados, desalentados, caídos, que sufren cada día la «patología de la baja autoestima»
Muchas veces me pregunto: ¿Nacemos programados para tener una baja o alta autoestima? ¿Nuestra autoestima tiene una base neurobiológica? O tener una autoestima equilibrada ¿se debe al ambiente en el que crecemos?
Respondiendo a la primera pregunta, considero que al igual que existen bases neurobiológicas que explican la violencia, los problemas de atención, de aprendizaje, o comunicación, también existe un correlato neuroanatómico que justifica, solo en parte, que un sujeto tenga baja autoestima.
Las emociones positivas y negativas son el resultados de siglos y siglos de evolución. Nuestro complejo cerebro evolucionó creando las redes neuronales que sirvieron para que nuestros antepasados pudieran defenderse de las alimañas. De forma paralela desarrolló las redes neuronales de la compasión, de la empatía. Las actualmente famosas «células espejo» halladas en zonas anteriores del cortex cerebral, justifican los sentimientos positivos.
Además recientes estudios (David Hecht) corroboran la idea de que las emociones positivas son procesadas de forma prioritaria por el hemisferio izquierdo, mientras que el derecho se encarga del procesamiento de las emociones negativas.
Por lo tanto, SÍ: considero que hay una base que predispone a favor o en contra de la alta o baja autoestima. Para el bienestar psicológico del ser humano hace falta poder empatizar con los otros, pero también es necesario poder empatizar con uno mismo y, según las investigaciones más punteras, parece que esto va a depender de zonas izquierdas y anteriores de nuestro increíble órgano llamado cerebro.
Respondiendo a la segunda pregunta reitero que nacemos con una tendencia, pero que todo es susceptible de ser modificado a lo largo de nuestra existencia.
Desde el modelo biopsicosocial se propone la idea, que comparto, de que somos el resultado de la interacción entre aquello con lo que nacemos, y lo que percibimos en los primeros años de nuestra vida. Es decir, somos el resultado de nuestra genética, nuestra crianza y nuestras relaciones sociales.
Así, con toda esta información, se va creando, en esos primeros años, nuestro autoconcepto (aprendemos a conocernos). Y después, de forma paralela, se va creando nuestra autoestima (aprendemos a querernos, a valorarnos).
¿Qué diferencias encontramos entre los sujetos con baja/alta autoestima?
Las personas con alta autoestima tienen las siguientes características:
- Están orgullosas de sus logros. Se sienten felices con lo que hacen, con lo que dicen, con sus opiniones y aportaciones dentro de su entorno.
- Actúan con independencia. Saben ser asertivos, dicen lo que creen y no les afecta no tener siempre la aprobación de otros.
- Asumen responsabilidades. Están dispuestas a la acción y afrontan nuevos retos desde la autoconfianza, entendiendo que son posibles los errores, pero creyendo que todo tiene solución.
- Se sienten capaces de influir en otros. Se reconocen como líderes positivos, no impositivos. Se sienten escuchados y atendidos.
- Muestran amplitud de emociones y sentimientos. Aceptan las emociones y los sentimientos de los demás. Toleran la frustración. No persisten en el error, cambian las estrategias. Tienen flexibilidad cognitiva y buscan alternativas.
- No focalizan sobre lo doloroso. No aluden constantemente a lo pasado. No repasan lo sucedido. Reenfocan constantemente su visor para apreciar su vida con mayor claridad.
Las personas con baja autoestima:
- Evitan situaciones que les provocan ansiedad.
- Desprecian sus talentos. No tienen una idea clara de sus posibilidades.
- Sienten que los demás no los valoran.
- Echan la culpa a los demás de lo que les ocurre.
- En las discusiones se ponen a la defensiva. Se frustran con rapidez.
- Se dejan influir por otros con facilidad.
- Tienen emociones y sentimientos muy restringidos y siempre les dan vueltas a los mismos sucesos.
- Buscan comentarios que corroboren su baja autoestima y cualquiera de ellos genera un impacto desproporcionado en su ánimo.
- Frecuentemente, se sienten impotentes para luchar contra sus pensamientos negativos.
- No incorporan la alabanza. Cualquier objetivo conseguido no se debe a sus logros, sino a la oportunidad, a la ayuda. Por el contrario, cualquier meta truncada se debe a su falta de responsabilidad, de sabiduría, o de buen hacer. Realizan lo que se conoce con el nombre de «distorsiones cognitivas», según las cuales extraen de la realidad aquello que es congruente con su creencia de que no sirven para nada.
- Minimizan los comentarios positivos y, sobre sus talentos, hacen referencias frecuentes al azar.
- Su lista de autoatribuciones positivas es escasa, es decir, no encuentran demasiados adjetivos positivos con los que definirse.
- La necesidad de aprobación y respeto es una constante entre estos seres humanos. Es como un ser insaciable que llevan dentro y que les genera insatisfacción permanente. Hagan lo que hagan y aunque sean muy positivamente valorados por los demás, siempre necesitan más, no disfrutan de la alabanza y esta cae en saco roto, se evapora como el hielo con el sol, no dejando al final ningún rastro.
- Otro problema es su lenguaje interno, machacón, doloroso, imprudente. Han incorporado una voz insana que les lleva a posponer su autorrefuerzo, no reconocer sus virtudes, manejar mal sus emociones.
- En la interacción social sufren porque se sienten mal tratados, mal considerados, poco queridos, nada brillantes, inteligentes o cultos. Pierden la seguridad llegando a no poder hablar en publico por temor a la crítica y la frustración que esta acarrea, porque son tremendamente vulnerables.
- No son resilientes, es decir, no saben resolver los problemas, no son resistentes a los conflictos, cuando están en «mala racha» recuerdan de forma explícita los dolores del pasado y anticipan los del futuro, no fiándose de sí mismos para poder salir adelante.
- Se recriminan, se autocastigan por sus fallos, por sus palabras en las discusiones, rumian las escenas que han vivido y mantienen abierta la discusión en su interior no encontrando forma de resolver, cancelar. Los conflictos no los digieren, los engullen y siempre les sientan mal.
- En numerosos ocasiones son personas acomplejadas, que se sienten inferiores y que pueden mostrarse tímidas (o prepotentes como mecanismo de defensa) en las relaciones sociales.
- Las personas con baja autoestima tienen lo que denomino «Brotes de insatisfacción». Frecuentemente comentan lo que les falta por hacer, por conseguir, pero no hablan de lo conseguido. En sus vidas el foco está en «lo que NO» y la sombra en «lo que SÍ».
- En definitiva las personas con baja autoestima tienen escasos recursos para conseguir estar felices.
¿Qué medidas preventivas podemos adoptar para promover una autoestima saludable?
- Tanto dentro de la familia como en los contextos educativos será de vital importancia:
Valorar al niño-joven: Valorar sus pensamientos, sus sentimientos, sus quejas, sus propuestas. Enseñarle el camino del «triunfo». - Establecer los límites que aportan la base de la seguridad y la confianza. No permitir que el niño crezca sin guía, sin objetivo,
- Establecer de forma clara quien tiene la autoridad. Pero entendiendo que autoridad no es lo mismo que violencia, humillación, falta de respeto. El niño no tiene por qué ser insultado, comparado, menospreciado. El dolor que estas acciones generan en su vida, son el origen de la violencia que después ejercen consigo mismos.
- No castigar en exceso, de forma desproporcionada. Advertir las acciones que no serán permitidas. Advertir las consecuencias de transgredir las normas. Pero no poner tantas que lleven al fracaso permanente.
- No recompensar en exceso, de forma desproporcionada. El niño de esta manera no aprende que la recompensa es intrínseca, que está en el sentimiento de autocomplacencia, de satisfacción interior. En el sentimiento de tener el control sobre uno mismo.En su propia autoevaluación, en el acuerdo con esa aprobación interior. La recompensa está en sentir que «alguien desde muy adentro nos sonríe».
- Practicar la escucha activa. Que el niño-joven entienda que lo que dice es importante, que le interesa a los demás. Así se abonan las bases del diálogo, se plantan las semillas de la correcta comunicación. El niño-joven aprende que lo que él tiene que decir es importante, pero no más importante que lo que tienen que decir los demás.
- El adulto debe saber vender el producto con un buen «mensaje subliminal». No se trata de aplaudir, se trata de admirar. El niño-joven que, de forma sutil, percibe que los otros (adultos e iguales) le admiran y valoran, abre la puerta del verdadero motor para conseguir el éxito personal: la MOTIVACIÓN.
La labor de padres y profesores es vital en el crecimiento saludable de la autoestima de hijos o alumnos. En los hogares, tener en cuenta las pautas anteriormente descritas, es un buen germen. Y, en contexto escolar, además de lo anterior, se deberían promover programas educativos que enseñaran a los alumnos a valorar sus logros, a tolerar la frustración como parte del crecimiento, a aprender de los fracasos, a evaluar la forma de rectificarlos desde una posición flexible y no de perseverancia en el error. Esta es una de nuestras asignaturas educativas pendientes.
Pero mientras que esto ocurre y se ponen en marcha programas educativos que hagan hincapié sobre la inteligencia emocional de los chicos, tanto en la familia como en el colegio, contamos con las viejas herramientas de siempre: los cuentos, la pintura, el teatro, la escritura, el juego. Los niños pueden crear mundos diferentes a través de estas herramientas y los adultos les podemos enseñar a dejar en ellos partes de sí mismos, los trozos, los retales que no casan. Tengo una amiga que hace Pachworck. A veces se confunde y pone las telas del revés, las mira, las quita y las cambia.
Dice Oliver James:
«Si no comprendes tu pasado estás condenado a repetirlo».
Ahora que sabemos qué es la baja autoestima y los medios que tenemos para evitarla confío en que no repitamos los errores del pasado.