Generalmente las personas que tienen este trastorno, lo sufren porque previamente han pasado por la terrible experiencia de un ataque de pánico.
El paciente anticipa las crisis de pánico. Su creencia es que se le va a repetir una vez más, delante de la gente, en situaciones sociales, en conciertos, en actividades al aire libre… En definitiva, el problema no depende del lugar. Es una anticipación de crisis en situaciones en las que el sujeto entiende que no puede escapar. Que salir de ese hipotético lugar no depende de su control y que se va a ver expuesto a las miradas de los demás sin poder hacer nada para evitarlo.
Estas personas sufren enormemente.
Buscan alternativas que eviten esa crisis que anticipan: llevan fármacos, se sientan en lugares apartados, idean mil planes para justificarse ante los demás por si de pronto tienen que salir del entorno. Cuando van a un evento no van pensando en lo que disfrutarán, sino en la necesidad de enterarse dónde están los servicios; cuál es el asiento del que es más fácil de salir (en el cine, el teatro, en un concierto, o un avión); quién les tocará a su lado; o qué pretexto van a poner para levantarse si lo necesitan. Es decir, buscan salidas.
El problema se agrava cuando evitan. La conducta de evitación es muy discapacitante porque genera un impacto grave sobre la existencia. El paciente va dejando de acudir a reuniones sociales, a actos públicos, elude actividades laborales, etc. Al final, la evitación refuerza su sensación de inadecuación, llegando en casos extremos a aislarse completamente. No salir se convierte en el plan más frecuente de sus vidas. Y, generalmente, entran en estados depresivos o semi-depresivos.