En los últimos tiempos vienen a consulta cada vez de forma más frecuente personas con una gran carga de sufrimiento personal debido a su situación laboral o a la interpretación que hacen de la misma. El trabajo puede llegar a convertirse en un «alíen», en un extraño ser que nos devore. Hay que ponerle límites.
Las primeras referencias que tenemos sobre el trastorno son del año 1974. El doctor Freudenberger, psiquiatra en un hospital de Nueva York, observó que personas que trabajaban con él y que asistían a pacientes con problemas de adicciones, es decir, profesionales del mundo sanitario, con un tipo de trabajo sin horario, que se prolongaba a lo largo de muchas horas y se daba en un contexto socio-laboral exigente, pasado un tiempo, podían llegar a presentar alteraciones de conducta con una pérdida de la energía, desmotivación y sintomatología de ansiedad y depresión.
Una no se explica cómo es posible que lo que se inicia con tanta vocación termine generando tanto desasosiego y tensión, pero así es.
Muchos autores coinciden en que existen una serie de factores de riesgo para padecer Burnout.
- El primero sería la vulnerabilidad personal, es decir, las propias defensas que tenga el sujeto para soportar el estrés. Hay personalidades más resistentes, con mayor capacidad de recuperar el control cuando sienten que lo están perdiendo o la han perdido. Son personas emocionalmente más estables, con mejor autoestima y más recursos personales. Saben pedir ayuda y compartir con otros su situación. Para muchos de ellos estar bien se convierte en un reto personal. Suelen tener mayor confianza intrapersonal e interpersonal.
- En segundo lugar, la profesión. Son los profesionales sanitarios y docentes los que más padecen esta situación que Freudenberger denominó «síndrome del quemado». Tener que atender a otros seres humanos pone a prueba la estabilidad de personas que han elegido, por vocación, una forma concreta de ganarse la vida. De hecho el mayor número de investigaciones se ha realizado con profesionales de la enfermería, uno de los sectores donde más se observa el trastorno.
También otros colectivos, sobre todo empresarios y amas de casa, tienen cada vez mayores niveles de malestar laboral.
- En tercer lugar, otro de los factores de riesgo está relacionado con el sexo: ser mujer. Es decir, el género también está implicado en el problema. Me pregunto por qué los niveles de ansiedad son mayores en la población femenina y por qué el Burnout también se da más. Quizá la carga de responsabilidad entre las mujeres, siempre teniendo que demostrar su valía, con salarios menores y con el peso específico de la familia, sea el motivo por el cual ellas son más vulnerables al trastorno. En un estudio presentado por Manzano en 1998 se acredita que a mayor número de hijos y carga familiar, mayor estrés psicológico, más casos de Burnout.
Pero ¿cómo podemos detectar el problema? ¿qué características tiene el trastorno?
El Burnout hace referencia a situaciones de disforia, de cansancio mental, sensación de carga, sensación de no desconexión con el trabajo, querer abarcar demasiado en un tiempo determinado, no saber decir que no.
Las personas que lo padecen, no presentan psicopatología anterior, el sentirse «quemados» les llega, les brota, y ellos se resisten a reconocer que tienen lo que, en el argot sanitario, se identifica como un problema «clínico-laboral».
Según un estudio de Farber presentado en el año 2000, una de la características del Burnout es que tiene un componente cognitivo mayor que fisiológico y/o motor.
En el plano de lo cognitivo podemos decir que quienes lo padecen aseguran que «no pueden más». Se sienten desilusionados, saturados, pierden el interés, la motivación, se sienten ineficaces, inseguros, con falta de conocimientos, viven un continuo examen interno porque su «diálogo interno» les debilita, les hace anticipar problemas que solo están en su mente.
Al final, la situación que atraviesan, estos pensamientos negativos que les ocupan gran parte del día, les llega a repercutir en el rendimiento en su trabajo. Es decir, el Burnout trasciende de lo cogntivo a lo conductual y degenera en muchas ocasiones en falta de creatividad en el trabajo, distracción laboral, apatía, desilusión, dificultades a la hora de tomar decisiones, llegando en los casos más severos a situaciones de absentismo laboral y/o abuso de sustancias: tabaco, café, comida, fármacos, alcohol, drogas.
Pero el problema va más allá de lo laboral. En algunos sujetos esta caída sin freno llega, incluso, a modificar su propio patrón de conducta, pasando de ser personas compasivas y empáticas, a ser personas con dureza en el trato hacia los demás. Parece que sufren lo que se denomina «endurecimiento afectivo», y, en casos más extremos del trastorno, se vuelven despreciativos, distantes, dejan de tratar a los compañeros como lo hacían antes, también a sus seres queridos. Se les asocian signos de irritabilidad, hostilidad, pesimismo, negativismo y, algunos investigadores del trastorno también hablan de un componente de cinismo observado en quienes lo padecen.
Más allá de lo laboral el sujeto puede llegar a estados de despersonalización, vivir sin ilusión, como si la vida fuera de otro. Y también, puede llegar a presentar un cuadro clínico de cansancio crónico, migrañas, sensación ahogo, disfunciones de todo tipo, problemas con la comida (hiporexia-hiperfagia), dolores musculares….Y un largo etcétera de alteraciones fisiólogicas.
Para finalizar, el Burnout puede llegar a generar en quienes lo padecen situaciones de aislamiento social.
Por lo tanto, y para ver la gravedad del problema, lo importante es abortarlo antes de que algo que comienza en el contexto de lo laboral llegue a socavar los cimientos de la persona de forma más profunda.
Y ¿qué podemos hacer? Para salir de esta situación se deberá aplicar el siguiente tratamiento que coincide en gran parte con los tratamientos utilizados en otros trastornos de ansiedad:
- Identificar el problema.
- Observar qué partes del mismo son realistas y qué partes del mismo se deben a un desajustado diálogo interno.
- Una vez identificado el problema, para la parte real, si es incómoda e inadecuada, buscar soluciones realistas. Utilizar estrategias de afrontamiento y asertividad para poder establecer acuerdos con otros compañeros y superiores que lleven a buen fin. Es decir, realizar acciones que dirijan a una meta.
- Establecer metas cortas, no muy exigentes. Acercarnos a las mismas con sensatez, aprendiendo a conocer los propios límites. No hay que demostrar nada, ni a uno mismo ni a los demás, hay que conquistar la estabilidad cada día.
- Reconocer el beneficio, el esfuerzo que se hace por muy pequeño que parezca. Recuperar la sensación de autoeficacia.
- Aprender a autoevaluarse. La falta de sensación de refuerzo muchas veces está detrás del problema, la sensación de no compensación profesional, reconocimiento social y/o económico.
- Revisar el nivel de autoexigencia. Burnout también está relacionado con el nivel de implicación y compromiso que la persona adquiera con su trabajo. La sensación de no rematar nunca un trabajo, la insaciable «necesidad de aprobación y respeto», de ser alabados por lo que hacen, aunque al final no sepan encajar la alabanza. Muchas personas con Burnout deben revisar sus niveles de autoestima porque este patrón basado en la necesidad de afirmación de los demás se debe a inestabilidad en la propia estima.
- Aprender a observar el todo de la vida, no la parte que nos perturba.
- Trabajar las distorsiones cognitivas y perceptivas. Esos pensamientos sin base de realidad que llevan en múltiples ocasiones a percibir de forma alterada el entorno y a las personas que nos rodean.
- Cambiar los hábitos de vida. No se puede vivir sin hacer ejercicio. Mejor dicho, si se puede, pero no se debe. Activar posibilidades de realizar ejercicio consciente, al aire libre, con otras personas. Buscar grupos, actividades, ampliar la red social. Buscar opciones de distracción, huir del aislamiento, establecer diálogos y, sobre todo, saber PEDIR AYUDA: la psicoterapia es un recurso adecuado.