Los que ya llevamos tiempo dedicados al mundo de la neuropsicología, hemos podido observar cómo los niños de los países desarrollados han sido sistemáticamente medicados desde los años noventa, momento en el que el avance en las técnicas de neuroimagen genera un fuerte impulso en el tratamiento del trastorno de déficit de atención, con/sin hiperactividad-impulsividad.
Y yo me pregunto: ¿Medicar es adecuado? ¿Medicar es suficiente? ¿Qué va a ser de todos estos niños que crecen (algunos desde antes de los seis años) consumiendo fármacos?
Considero que un requisito imprescindible para tomar la decisión de medicación si-no, es realizar previamente evaluación neuropsicológica. Tras esta, según mi criterio, es adecuado medicar solamente cuando la impulsividad interfiera en las relaciones socio-personales del sujeto o cuando el déficit de atención sea extremadamente discapacitante, pero siempre en tratamientos combinados con terapia cognitivo-conductual y de rehabilitación de procesos.
En cuanto al futuro de los niños que solamente están siendo medicados sin ningún tratamiento paralelo, las opiniones de algunos expertos son desalentadoras.
En un trabajo realizado en la Universidad de Princenton, se pone de manifiesto el efecto devastador, a largo plazo, del metilfenidato (tratamiento de primera elección en España para el TDAH).
No existen todavía demasiados estudios longitudinales sobre el impacto de este psicoestimulante, ya que su uso masivo comenzó, como digo, en los 90. Sin embargo, en dicha investigación se ha comprobado en una amplia muestra compuesta por casi 10.000 sujetos que, tras una larga etapa de la vida ingiriendo este medicamento, estos pacientes, en la edad adulta, tienen problemas emocionales, problemas sociales, laborales, problemas en la convivencia familiar e ideaciones suicidas. Es decir, el metilfenidato difumina durante años el perfil neuropsicológico de los sujetos y, como frecuentemente este no es abordado con otros medios terapéuticos, cuando el fármaco deja de ser administrado, surge el trastorno y sus comorbilidades con toda su crudeza.
El metilfenidato se administra, en la gran mayoría de los casos, para conseguir niveles de concentración adecuados a la demanda del currículo escolar. Muchos de los niños que actualmente están medicados, no han sido adecuadamente valorados con pruebas neuropsicológicas. Simplemente han sido evaluados con cuestionarios realizados por padres y maestros que, en su afán de que el niño permanezca más atento y relajado, en su afán de que el niño no tenga fracaso escolar, han decidido darle lo que muchos de nuestros pacientes denominan «las vitaminas para estudiar», cuando en realidad hubiera sido más saludable ejercitar, estimular, reestructurar, habilitar o rehabilitar los procesos cognitivos que, por el motivo que fuere, no hubieran madurado en los tiempos adecuados para superar el currículo del sistema educativo vigente.
Es frecuente escuchar «estamos encantados, ha habido un cambio radical, esta pastilla es un milagro». La suerte para quienes así piensan es que su labor ha finalizado. Comprar un fármaco es un esfuerzo mucho menor que trabajar los procesos cognitivos deficitarios.
Pero, como digo, voces relevantes dentro de la neuropsicología, expresan su desacuerdo con los tratamientos farmacológicos como única vía de intervención en el problema del TDAH.
Según la doctora Rattazzi, psiquiatra infantil del Instituto argentino de Neurología Cognitiva, los tratamientos médicos no son nada sin terapia. Es más, estudios realizados en distintas partes del mundo a favor de la medicación, tras alentar como vía de solución al consumo de los fármacos, pasado un tiempo han modificado su opinión. O están rotundamente en desacuerdo con lo que está pasando, o al menos no tienen tan claro que este remedio sea la panacea. Algunos, incluso, llegan a comentar que la mayoría de los niños que han sido tratados con metilfenidato podrían haber salido adelante mejor con trabajo terapéutico para ellos, para sus padres y profesores.
En fin, veinticinco años después de comenzar con una línea de actuación, parece ser que no ha sido lo correcto. Entonces ¿qué ha pasado?¿Por qué se ha mantenido tanto tiempo el error? Es más: ¿por qué se mantiene todavía?
La respuesta es clara y contundente: detrás de los medicamentos están grandes empresas farmacéuticas. Hemos de reconocer el valor inestimable de las investigaciones que llevan a cabo, la cantidad de remedios que encuentran para los más diversos sufrimientos humanos, pero no hay que olvidar sus pingües beneficios (ganancias de unos 10.000 millones de dólares anuales en las empresas farmacéuticas más relevantes). Según el IMS Health (información de la industria farmacéutica) el mercado de medicamentos psicoestimulantes para niños y adolescentes alcanzó en España, desde septiembre de 2012 hasta septiembre de 2013, un total de 47,8 millones de euros. De estos más de nueve millones se deben a la venta de Medicebran y Medikinet. No poseo datos del trozo de pastel que se han comido los otros fármacos.
Cuando unos laboratorios encuentran un filón de estas características, no quieren renunciar a él. Se sabe que las mismas empresas farmacéuticas retrasan la comercialización de genéricos, ya que estos representan una amenaza para las compañías. Haciendo trampas los laboratorios farmacológicos incrementan sus beneficios de forma desorbitada y siguen lanzando productos al mercado. Es bastante conocido el caso del Dr. Joseph Biederman, respetado psiquiatra infantil de Harvard que, en connivencia con la farmacéutica Johnson & Johnson, diseñaba estudios con datos beneficiosos para dicha empresa hasta que fue denunciado por corrupción en 2008.
Desde que en 1955 salió al mercado el Ritalín (laboratorios Novartis) hasta nuestros días, el metilfenidato ha sido bautizado con distintos nombres: Rubifén (laboratorios Rubió, leer su prospecto no tiene desperdicio en cuanto a los efectos secundarios), Medicebran (laboratorios Rovi), Concerta (laboratorios Jansen de Jonhson and Jonhson), Medikinet (laboratorios Rovi), Equasym.(farmacéutica angloamericana Shire).
Todos estos medicamentos tan solo se diferencian en la forma en que se liberan en el organismo. Los dos primeros de liberación inmediata, Concerta y Medikinet de liberación prolongada (con un 50 % al inicio y el resto a lo largo de las horas lectivas) y Equasym, de liberación modificada (libera un 30% de forma inmediata y el 70% restante a lo largo del día.). Actualmente, Sandoz, grupo de genéricos de Novartis, ha lanzado el primer genérico de metilfenidato, con un efecto de hasta doce horas y con una presentación de comprimidos más pequeños que mejora la ingesta de la pastilla. Parece que vamos avanzando.
El otro tratamiento de referencia para el TDAH es atomoxicetina: el Strattera (Irisfarma). Tampoco tienen desperdicio las contraindicaciones de este producto.
El Comité Europeo de evaluación de medicamentos, del que forma parte la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en vista de los posibles riesgos que podían suponer para potenciales consumidores todos estos fármacos realizó hace siete años una evaluación de sus costes-beneficios (el estudio es sobre el metilfenidato), concluyendo que el beneficio supera los riesgos, pero no que no poseen datos del efecto a largo plazo. Esto es de traca.
Y recomiendan que el medicamento se utilice como parte de un tratamiento integral, cuando se haya comprobado que otras medidas terapéuticas son insuficientes. Y, cito textualmente: «dado que el tratamiento con metilfenidato puede causar o exacerbar algunos trastornos psiquiátricos (como depresión, comportamiento suicida, hostilidad, psicosis y manía), se debe realizar un examen cuidadoso antes del tratamiento y un seguimiento regular a lo largo del mismo».
Por tanto, el Gobierno de España desde sus órganos competentes está hablando de evaluaciones correctas, seguimientos exhaustivos y tratamiento neuropsicológico y psicológico, siendo posible que en este contexto el tratamiento farmacológico pase a ser un ingrediente más de las medidas necesarias en un determinado paciente.
¿Es esto lo que se está haciendo?
¡Qué locura! Si esta es la recomendación, por qué el gobierno no utiliza una parte de sus recursos para que se atienda convenientemente a estos niños y jóvenes, en vez de utilizar la vía de la receta milagro.