Merece la pena hacer una reflexión sobre el tema de la medicalización en España. Durante los últimos años del siglo pasado, los grandes avances realizados en el campo de la farmacología en relación con la Salud Mental, dieron paso a un uso generalizado de los medicamentos.
Poco a poco nos acostumbramos a autorecetarnos. Tengo ansiedad, pasó a ser sinónimo, de “necesito un fármaco” y ,en cualquier lugar, la cola de la charcutería o la peluquería, se escuchaba la recomendación “autorizada” de alguna buena persona: “Tómate un lexatín… , tómate un orfidal”. Algunas consultas médicas se convirtieron en despachos de farmacia. Una buena receta con fecha y firma era la antesala de la solución.
Y no es que yo esté en contra de esta medida, Dios me libre. Me parece que si el médico lo recomienda, será porque así debe ser. Lo que estoy es en contra del consejo sesgado. Porque no vale sólo con tomar cincuenta o cien miligramos de algo, esta es una medida, puede que necesaria, pero en el ámbito de lo mental nunca suficiente.
No hay pastilla que modifique la forma en que un sujeto percibe la vida. No hay fármaco que sustituya la voluntad de cambio. No hay compuesto químico que reestructure el pensamiento, las creencias, las atribuciones acumuladas a lo largo de la existencia que son las que, en definitiva, originan el problema después tratado con medicación.
Por tanto, seamos sensatos. Lo sabio, lo adecuado sería informar a los pacientes con malestar psicológico de que los tratamientos médicos siempre deben ir acompañados de terapia. Es más, una terapia correcta y realizada a tiempo, puede evitar el tratamiento médico.
Dice nuestro sabio refranero español “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Actualmente hay estudios en otros países del entorno, que están advirtiendo de los estragos causados por el uso exagerado de la medicación. No solo no tienen efectos positivos a medio- largo plazo, sino que están originando problemas en la salud física.
Según los datos, las personas con ansiedad, estados disfóricos, estrés, o depresión, vuelven a las andadas pasado un periodo de bonanza emocional, porque no cambian, solo matizan, difuminan el malestar psicológico, detrás de la euforia y tranquilidad inducida que proporciona el medicamento. Los problemas no cambian. No hay nada tan potente como para transformar a una persona y su entorno.
Hay que tragar esta píldora. Aprender del error es el primer paso para subsanarlo. Insisto, una receta no es la solución.
Pero no quiero terminar esta reflexión sin aludir de forma específica al tema de la medicación desde la temprana infancia.
Porque… ¿qué pasa con el uso y abuso del famoso metilfenidato?
¿Qué va a ser de los hígados de estos niños que para adaptarse al sistema educativo, realizar deberes hasta altas horas de la noche, conseguir reducir la ansiedad y la inquietud que todo ello les provoca, deben tomar una cápsula enorme todos los días desde la etapa primaria en adelante?
Muchos de ellos no han sido ni siquiera evaluados. No se sabe “cuánto” de déficit tienen. No se sabe ni siquiera si lo tienen o, por el contrario, el problema es un déficit cognitivo, educativo, de valores, de profesionalidad..…Lo único que sí sabemos es que los estudios longitudinales ya publicados sobre el impacto del tratamiento mencionado para el TDA, están siendo muy alarmantes.
Recientemente se ha publicado en Inglaterra un estudio con una interesante conclusión: parece ser que un número elevado de sujetos tratados con metilfenidato desde la infancia arrastran en la etapa adulta problemas de adaptación socio-laboral y personal moderados o graves. Los autores del estudio se preguntan ¿esto se debe al uso del fármaco? Parece ser que no. Se debe al NO uso de la terapia combinada.
No mediquemos sin antes haber tomado otras medidas. Revisemos primero las circunstancias vitales del paciente. Evaluemos el nivel del daño, el entorno psicosocial, el patrón de conducta, los modelos con los que el sujeto se ha criado o se está criando. Propongamos alternativas. Planifiquemos un plan bien estructurado. Y, si después de haber tomado este camino, es insuficiente y el malestar persiste, entonces buscaremos otra solución.