deberes en vacaciones

Ya estamos inmersos en las  vacaciones escolares. Para los padres y niños más afortunados, es una etapa del año en la que las prisas, los deberes, las actividades extraescolares y el tener todo a punto para el día siguiente, se transforma en descanso, “desorganización”, en días de piscina o playa sin reloj, sin preocupaciones.

Pero ¿qué pasa con aquellos que no tienen esa fortuna? ¿Qué pasa con los padres y niños cuyas vidas giran alrededor del fantasma de las dificultades escolares? Padres y madres que, al igual que aquellos otros, trabajan día a día, que se afanan por tenerlo todo a punto y que, por supuesto, también necesitan el merecido paréntesis del verano. Niños que se esfuerzan en mayor o menor medida por alcanzar los objetivos que el sistema educativo les exige. Descansar, desconectar, para ellos no es posible y tienen que abordar las vacaciones de forma diferente.

Los padres de niños con dificultades escolares, siendo entendidas estas en su más amplio sentido, deben ser conscientes de que sacar a sus hijos adelante va a ser algo más complicado, pero que tomando las medidas oportunas lo antes posible, lo van a conseguir.

Y uno se pregunta qué está pasando, por qué tanto fracaso escolar, por qué en edades tan tempranas. Alrededor de un 20% de nuestra población en etapa primaria tiene problemas de aprendizaje. Cifra que aumenta en la etapa secundaria, en la que los problemas académicos se mezclan con las descargas hormonales propias de la edad.

Pero vayamos por partes. Me voy a centrar en el ámbito de la educación primaria. Aquí encontramos un amplio abanico de hechos que justifican dicho fracaso escolar. Las estadísticas, siempre frías y concretas, arrojan datos preocupantes que, por supuesto, no debemos tomar al pie de la letra, ya que dependen de las poblaciones estudiadas, pero que nos aportan una información esencial. Aproximadamente entre un 3-5% de la población escolar padece trastorno por déficit de atención con hiperactividad; un 2-7% trastornos del aprendizaje, dentro de los cuales se encuentran sujetos con trastornos de lectura, escritura o cálculo; además hay un 7% de niños nacidos con bajo peso, que, en su mayoría, están abocados a tener en alguna de sus etapas educativas, problemas de aprendizaje; y, por último, un 3% de escolares con patologías diversas también abocados al fracaso.

En estas estadísticas no están incluidos niños con retraso mental, estoy hablando de individuos cuyas capacidades intelectuales se encuentran dentro del rango de la normalidad, pero que, por motivos diversos, presentan disfunción en uno o varios de sus procesos cognitivos. Analizar en este momento qué está provocando dicha disfunción no es el objetivo, lo importante es saber que para todos estos niños, las vacaciones escolares son un periodo demasiado largo. De ahí que sus padres no puedan relajarse y despreocuparse durante todo el verano. Podrán olvidarse de prisas y actividades, pero no de la necesidad que tienen sus hijos de recibir apoyo, porque para ellos dos meses sin actividad, sin estimulación, es un tiempo difícil de recuperar.

No se trata de angustiarse, esto no ayuda al proceso de maduración de esos niños. Los padres tienen que conocer lo más detalladamente posible cuál es la alteración ante la que se encuentran, qué tipo de intervención es la más adecuada, qué es lo que deben esperar de sus hijos. Cuando tienen esta información, abordan los problemas de forma distinta. Dejan de estar confusos o perplejos ante el fracaso de sus niños, olvidan etiquetas típicas y desde la comprensión, observan a sus hijos con una mirada diferente. Una vez informados saben que su niño no es un vago, sino un sujeto que presenta un determinado déficit que le impide abordar los aprendizajes escolares con facilidad y que necesita una ayuda especializada.

La obligación de los profesionales que nos dedicamos a tratar todas estas dificultades es dar respuestas, planificar programas de intervención, rehabilitar habilidades. Todo ello con la única meta, el exclusivo objetivo, de proporcionar a estos niños, a corto, medio o largo plazo, experiencias de éxito. Ellos que, por sus dificultades cognitivas o conductuales, tantas veces fracasan, tienen que experimentar la sensación de triunfo necesaria para el buen desarrollo personal y emocional. Tener un hijo con problemas no debe generar otros problemas. Estos niños, con el apoyo de sus padres y con la intervención adecuada, consiguen, tras un periodo de intervención más o menos largo y siempre dependiendo de su patología y de las circunstancias ambientales en las que se críen, salir adelante. Para ello, puede que las vacaciones familiares tengan que ser algo más cortas, pero lo más importante es tener claros los objetivos. Así, a la vuelta de unos años, ese sacrificio en estas primeras etapas de su vida les va a proporcionar posibilidades de triunfo y no hay mayor descanso, mayor “vacación” para el pensamiento que saber que uno a cumplido con su deber.